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32nd Translation Contest: "Movie night" » Spanish to Portuguese (EU) » Entry #36574


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Translation #36574

Robocop (Paul Verhoeven, 1987) se ha convertido en un auténtico clásico de culto, a pesar de que, en su momento, nadie apostó por el guión escrito por Edward Neumeier y Michael Miner. Se paseó de productora en productora sin despertar el mínimo interés; nadie encontraba la gracia en una historia en apariencia ridícula, pero que escondía en su interior toneladas de crítica descarnada hacia el sistema neoliberal imperante en la era Reagan. Tuvo que ser otro amigo de polémicas el que llevara a la pantalla el ácido relato en 1987; Paul Verhoeven construía una película repleta de ultraviolencia explícita, espejo de una sociedad decadente en manos de ejecutivos sin escrúpulos. Por supuesto, con poco que se compare el resultado de Robocop con el Batman crepuscular de El retorno del Caballero Oscuro, los puntos en común de ambos universos son evidentes. El humor negro, el contexto del futuro cercano convertido en una especie de jungla urbana, las guerras de bandas y el uso demencial de los medios de comunicación y la publicidad, integrados como parte esencial del relato, hacen sospechar que Neumeier y Miner se habían empapado bien de la obra de Miller.

El éxito de Robocop propició la aparición de la consabida secuela. Para la ocasión, los productores decidieron acudir al barro primordial en el que se gestó la base de la primera parte, y contrataron a Frank Miller como guionista de Robocop 2 (Irvin Kershner, 1990). Si había alguien conectado a este relato ciberpunk y sus connotaciones críticas, era el tipo que impresionó al mundo con las mismas armas que los responsables de la franquicia querían explotar.

Pronto empezaron los problemas. Verhoeven queda fuera del proyecto, aunque los fans de la franquicia aplauden la llegada de Irvin Kershner (director de El Imperio Contraataca) como director de la secuela. Al leer el guión propuesto por Miller, tanto Kersner como los productores declararon que lo que Miller había escrito era imposible de filmar. El libreto sufre una reescritura por parte de Walon Green, mutilando las ideas de Miller. La película resultó un fracaso comercial en su estreno cinematográfico, pero el mercado del vídeo casero salvó los muebles, e incluso animó a la productora a la realización de una nueva secuela.
Robocop (Paul Verhoeven, 1987) tornou-se num autêntico cult, apesar de, na época, ninguém ter apostado no guião escrito por Edward Neumeier e Michael Miner. Foi de produtora em produtora sem despertar o mínimo interesse; ninguém via graça numa história aparentemente ridícula, mas que escondia no seu interior toneladas de crítica despudorada ao sistema neoliberal imperante na era Reagan. Foi outro amigo de polémicas quem levou ao ecrã o ácido relato em 1987; Paul Verhoeven construiu um filme repleto de ultraviolência explícita, espelho de uma sociedade decadente em mãos de executivos sem escrúpulos. É claro, por menos comparável que seja o resultado do Robocop ao Batman crepuscular de O Retorno do Cavaleiro das Trevas, os pontos em comum de ambos os universos são evidentes. O humor negro, o contexto do futuro próximo convertido numa espécie de selva urbana, as guerras entre gangues e o uso demencial dos meios de comunicação e da publicidade, integrados como parte essencial do relato, criam a suspeita de que Neumeier e Miner se empaparam bem da obra de Miller.

O êxito do Robocop propiciou o aparecimento da consabida sequência. Para a ocasião, os produtores decidiram ir ao barro primordial em que se gestou a base da primeira parte e contrataram Frank Miller como guionista do Robocop 2 (Irvin Kershner, 1990). Se havia alguém conectado a este relato cyberpunk e às suas conotações críticas, era o gajo que impressionou o mundo com as mesmas armas que os responsáveis da franquia queriam explorar.

Logo começaram os problemas. Verhoeven fica fora do projeto embora os fãs da franquia aplaudam a chegada de Irvin Kershner (realizador de O Império Contra-ataca) como realizador da sequência. Ao ler o guião proposto por Miller, tanto Kersner como os produtores declararam que o que Miller escrevera era impossível de filmar. O libreto é reescrito por Walon Green, quem mutila as ideias de Miller. O filme mostrou-se um fracasso de vendas na sua estreia cinematográfica, mas o mercado do vídeo caseiro salvou a cena e inclusive incentivou a produtora a realizar uma nova sequência.


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